El Capulí de Bolívar

Autor: Profesor Luis Eslava Iparraguirre. (Historiador Cajabambino)

A mediados del mes de abril de 1824, llegó a Cajabamba el general venezolano Simón Bolívar Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, quien fue recibido apoteósicamente por las autoridades y el pueblo, su permanencia duró hasta los primeros días de mes de julio en que salió con su ejército a enfrentarse con el poderoso ejército español. 

Durante su estancia, en Cajabamba, Bolívar fue invitado al hermoso y poético lugar de "La Pampa Grande, a una "saca de papas", acontecimiento al que acudió con el General José de La Mar y su Estado Mayor.

En este lugar los esperaba la flor y nata de la sociedad cajabambina; entre las damas reasaltaba por su lozanía juvenil y deslumbrante belleza  la señorita Josefa Ramírez Hurtado, a quien la trataban de "Chepita", las damas hacían derroche de galanura, distinción y lujo desorbitante, ataviadas de amplias faldas armadas de crinolinas, altas peinetas de carey con tembleques y gusanillos de oro y perlas, las manos exornadas  con joyas diamantinas, esmeraldas y zafiros, los riquísimos mantones de Manila, tornasolados  y poliecromáticos, las finísimas medias, los bordados de Holanda y los sandalias de rostro bajo, hechas de raso de seda con hebillas de oro, que cubrían sus delicados pies. Un boato colonial rumboso y muy hispano que en Cajabamba de antaño fue proverbial.

Mientras los labriegos hacían centellear  a las "chiguacos" o lampillas, hurgando los surcos  terrosos en busca de los tubérculos en una gran siembra de papa, el olor de los cuyes fritos y la preparación de las gallinas, patos y carneros, infestaban el ambiente a la vez que la bien preparada chicha de jora circulaba en las bajillas de plata repujada. En tanto degustaban estos potajes, la Banda de Músicos de la Señorial hacienda Araqueda de propiedad de don Miguel De Escalante y Velezmoro, ejecutaba algunos sones que deleitaban a la concurrencia.

Entre una pirca de piedras se elevaba un joven capulí, árbol de la familia de las rosáceas de tierno follaje y exquisitos frutos, que a ratos se mecía por el viento de la tarde y que a la vez brindaba cobijo de los rayos del sol.

El general, gran bailarín invitó a Chepita Ramírez, para bailar una zamacueca , al ver esto la concurrencia grito ¡solos!, ¡solos!...

El libertador para actuar libremente, se despojó de las histórica y victoriosa espada de Caracas, sobre los españoles y canarios en los llanos del Orinoco venezolano, que llevaba ceñida y la colgó en el ahora añejo árbol de capulí, que se encuentra a un costado del aeródromo,  donde fue la casa quinta que perteneció al señor David Figueroa Ramírez. 

Estando Bolívar y Chepita en el furor del zapateo de la zamacueca, se le zafó una sandalia a la dama, quien concluyó bailando descalza, al final el libertador se hincó de rodillas y le calzó los finos pies de la cajabambina,  como réplica fiel del legendario príncipe, calzando los pies de porcelana de la bella Cenicienta.

Firmado: Luis Eslava Iparraguirre

PD. con especial afecto para mi amigo, el artista cajabambino, Sr. Manuel Goicochea Ríos. Cajabamba 17 julio del 2001.

El Escudo de Cajabamba

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